Bodegas Quitapenas: El sabor de los recuerdos

Fueron muchas las noches que acompañada de un cigarrillo, desparramaba su arte entre el barro y los pinceles. Aprendió la técnica de la cuerda seca, después de encargar aquel cuadro hecho de una foto suya a lomos de un caballo, que le hicieron en Sevilla.

Pintaba de maravilla, a golpe de impulsos y llenando de colores su paleta de la que sacaba sus recuerdos de Ronda, de las plazas de toros, de una infancia maravillosa y de la añoranza de haberla dejado. Sus cuadros llenaban las paredes de su casa y en aquel patio, en el que plasmó un trozo del Palacio de Mondragón, los carteles taurinos pintados en azulejos iban contando su historia. Un torero con el traje bordado en oro nos descubría al acercarnos, que aquella filigrana no era más que su firma repetida una y mil veces en la chaqueta del maestro de luces.

Se fue muy pronto, pero dejó aparte de su desparpajo y su don de gentes, muchas de aquellas pinturas en casas de amigos, conocidos o en lugares típicos de Málaga.

Hoy descubrí su vendimia, pintada en azulejos, recuerdo cuando mi tía la estaba haciendo en su estudio y me enseñó aquella maravilla hecha de polvos de colores que luego horneaba para fundirlos.

Está en la plaza Mitjana, una plaza que me llena de recuerdos: tardes de feria, noches de marcha y algún que otro beso que áun me quema  en los labios. En la Bodega Quitapenas, entre el olor dulzón y embriagador de una copa de moscatel, su cuadro de grandes dimensiones, domina el local y me invade una nostalgia grande, sin embargo aquella obra parece llenar no solo el recinto sino también el vacío que ha dejado porque te obliga a que quienes la quisimos tanto brindemos por ella con el catavino en la mano, como a ella le gustaba...

Va por ti Loly Chicón....