Mi madre nació en Ronda, y toda mi familia materna estaba vinculada con la Serranía. Allí en la Ciudad Soñada, en calle Armiñan 31, en pleno centro y hoy dentro del Patrimonio histórico, se mantiene la que fuera su casa durante su maravillosa infancia.
Este caserón señorial , hoy dividido en tres viviendas, tiene su fachada a la Calle Armiñan y hace esquina, ocupando parte de la Calle San Antonio. Con el suelo hidráulico, que aún conserva, tenía por aquel entonces un patio interior al que daban los pisos de arriba. Frente por frente en el número 38 y esquina con la calle Marques de Moctesuma, mi abuelo Don Manuel Chicón de los Riscos tenía una tienda de ultramarinos que abastecía no solo a los habitantes de la ciudad sino a todos los pueblo de la comarca, además de un estanco.
Las vicisitudes de la vida dieron un giro en sus destinos y mis abuelos con sus hijos, emigraron a Argentina, donde nací yo. Dejando atrás una infancia privilegiada, un hogar maravilloso y un grato recuerdo en quienes los conocieron.
Mi abuelo fue el artífice de salvar los restos del Beato Fray Diego de Cádiz, guardando sus restos en un armario y jugándose la vida por tal acto. Muchas monjas del Colegio de la Paz fueron salvadas por él al ofrecerles la ropa de mi abuela para que no las mataran. Corrían tiempos difíciles en España, y mi abuelo le daba zapatillas a todos los chiquillos que descalzos entraban en su tienda. Todo un personaje, noble, cariñoso y desprendido, del que quizás muchos se aprovecharon....
Hoy en día otras familias viven en este número 31, La casa está modificada y su nueva propietaria, muy amablemente nos dejó pasar al escuchar mi relato y decirle quien era yo. Mientras hablábamos con ella, imaginaba escuchar las risas de mi madre y mis tíos corriendo por la escalera, a la mente me vinieron las historias contadas por mi madre, sus recuerdos y vivencias en aquella aristocrática calle donde residían marquesas y aristócratas de postín cuyo personal de servicio se paseaba con cofia y delantal y se encargaba de cuidar estas casonas, algunas auténticos palacetes que hoy en día soportan con dignidad aunque sin la elegancia que ostentaban, el ineludible paso del tiempo.
La mayoría de estas empleadas solicitaban trabajo a mi abuela, porque aunque vivían con nobles, la comida escaseaba para el personal de servicio, cosa que gracias a la tienda y al carácter generoso y solidario de mis abuelos, no ocurría en la casa de ellos. Fue una época donde existía mucho la diferencia de clases y la ostentación, de cara a la galería, pasaba factura a los más necesitados.
Por eso me enorgullece saber que mi familia, marcó la diferencia en aquella sociedad y supo convivir con unos y otros dejando un recuerdo inolvidable en quienes tuvieron la suerte de conocerlos.
DATO CURIOSO QUE ENCONTRE: http://www.deronda.es/andalucia/restosfraydiego.html
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